En la actualidad existen muchos métodos para meditar. Todos tienen un punto en común: tratar de conseguir el silencio mental para acceder después a un estado de conciencia más elevado. De entre los siete centros principales de energía del ser humano, tres juegan un papel especial. Son éstos: el situado a nivel del ombligo (el “hara”), el situado a la altura del corazón, y el que se encuentra a nivel de la cabeza. En general, las técnicas de meditación y de interiorización centran la atención en alguno de ellos. Son complementarias y, bien llevadas, todas conducen al mismo resultado: silencio mental, dominio de la energía y contacto directo con el alma.
La meditación del corazón focaliza la atención en el corazón y despierta determinados centros de la cabeza, además, permite recibir las energías espirituales más elevadas e integrarlas en una radiación que mantiene el contacto con la realidad humana.
Para facilitar la transmisión a través del corazón es preciso haber desalojado del corazón, en la medida de lo posible, los obstáculos emocionales. Si el corazón está cerrado o perturbado la meditación resulta estéril. Por eso es importante el dominio emocional, es decir, sentir que hay ausencia de emociones perturbadoras en el momento de iniciar la meditación.
El espacio físico de la meditación
Meditar es una práctica que sirve para elevar conscientemente nuestra frecuencia vibratoria. Así que cuidar el espacio físico y energético en el que se realiza resulta de gran ayuda. Se recomienda meditar siempre en el mismo sitio si las circunstancias no lo impiden, en un lugar especialmente reservado para la meditación. Porque donde se medita con regularidad se forma una especie de “burbuja” energética que lo convierte en un lugar “sagrado”, en él es mucho más fácil concentrarse.
En general, también se sugiere que, con el fin de armonizar ese espacio y cargarlo positivamente, se pongan unas flores y una vela o incienso. No se trata de un ritual vacío de sentido. Una llama viva entra en resonancia con la energía del fuego del corazón.
La meditación suele hacerse en silencio. Sin embargo, la meditación del corazón se puede hacer con música de fondo. Bien elegida, la música puede ser de gran ayuda para la sanación y la apertura del corazón. La música escogida debe crear un espacio de serenidad, que tranquilice y centre en la paz y en la apertura del corazón.
La meditación del Corazón
A continuación, detallamos los pasos generales para empezar la meditación. Es un punto de partida, después cada uno puede enriquecerlo a su manera, en función de lo que sienta y de su propia energía creadora.
- Relajar el cuerpo físico (puedes relajarlo visualizando que vas entrando en una piscina, el agua hace que el peso del cuerpo desaparezca. Ves entrando lentamente en la piscina y siente como el cuerpo es cada vez menos pesado).
- Respira de forma tranquila pero consciente, prestando atención a la respiración hasta alcanzar un cierto estado de calma, de sosiego.
- Visualizar que, en cada respiración, se desciende al interior de uno mismo, al centro del pecho.
- Sentir en él (imaginar) una hermosa flor cuyos pétalos vibran levemente bajo la influencia de la respiración. Tómate el tiempo necesario para armonizarte con ella.
- Observa una luz o un diamante resplandeciente en el centro de la flor.
- Concentra la atención en la luz, respira con suavidad para mantenerla y deja que la conciencia se expanda libremente.
- Deja que la luz armonice por completo con el movimiento de los pétalos de la flor
- Irradia la luz alrededor de sí misma de forma cada vez más amplia y entrégasela como regalo al mundo.
- Deja que la experiencia tenga lugar….siente.
El símbolo de la flor en el pecho y de la luz en su centro está lleno de significado y es muy efectivo para este tipo de meditación. Corresponde a la realidad energética bien conocida en las enseñanzas antiguas.
Llamada urgente al corazón
También podemos apelar a la fuerza del corazón en situaciones concretas de la vida, en particular en determinados momentos de ansiedad o cuando necesitamos encontrar solución a alguna dificultad. No se requiere un entorno especial. Puede hacerse en cualquier situación de la vida cotidiana a condición de que uno pueda retirarse durante unos instantes al interior de sí mismo.
En caso de estrés
Hay que tomarse unos momentos para estar consigo mismo y tranquilizar el corazón. Un modo clásico de hacerlo es recordar con la mayor claridad posible alguna situación en la que tuvimos abierto el corazón: al experimentar la belleza de un paisaje, o la ternura de un amigo, o la alegría de un niño, algún momento en el que sentimos alegría, gratitud, fuerza, amor verdadero…Tratamos de revivir interiormente la escena y dejamos que nos invadan las sensaciones de aquellos momentos.
Entonces imaginamos que respiramos por el corazón, que el aire entra y sale por el pecho, y esperamos que el corazón se calme poco a poco y nos lleve tranquilamente a un estado de coherencia y paz. Es muy probable que, desde esa paz, veamos la delicada situación que estamos viviendo desde una perspectiva nueva, que sin duda tenderá a calmar el estrés anterior.
En todo momento
Pensar en nuestro corazón lo más a menudo posible es una práctica excelente. Centrar la atención durante unos instantes en su presencia y en su radiación, visualizar su luz cada vez que se piensa en él…mantiene la llama.
Tanto la meditación como los ejercicios de interiorización y de visualización son excelentes medios de sanación y de apertura del corazón. Son ocasiones para irradiar la coherencia y la luz del alma en nosotros mismos y a nuestro alrededor, y colaborar así a la venida del nuevo mundo de unidad, de paz y de amor al que aspiramos.
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Bibliografía: El Maestro del Corazón. Annie Marquier.