La autoinvalidación emocional es una de las manifestaciones más claras de baja autoestima. No ser capaces de escuchar y dar valor a nuestras necesidades y emociones refleja por un lado la poca capacidad de autorrespeto que nos tenemos y por otro, una tendencia clara a la complacencia.
Solemos caer en un exceso de complacencia y por tanto, de autoinvalidación emocional, cuando hemos aprendido desde edades muy tempranas ya sea por carencias afectivas en el entorno familiar o por crecer bajo un sistema de crianza muy exigente y autoritario, que la manera de ganarnos el amor y la atención de los otros es a través de los sacrificios que hacemos por ellos. Entendemos erróneamente que es necesario hacer un sobreesfuerzo para ser merecedores de ese amor.
¿Cuáles son las formas de autoinvalidación emocional más comunes? 
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Sentir culpa por las propias emociones
Creer que somos malxs hijxs, madres o padres, parejas, amigxs, etc; por identificar actitudes que nos molestan o nos lastiman de nuestros seres queridos hace que sintamos culpa al experimentar enfado, tristeza o dolor y no nos sintamos con derecho a manifestarlo y poner un límite claro.
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Ignorar las propias necesidades y emociones
Silenciamos las propias necesidades y emociones como forma de evitar el conflicto. Es decir, nos sometemos a la eterna incomodidad con tal de no incomodar al otro y no enfrentarnos a una conversación difícil.
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Rechazar las propias emociones
Negamos lo que realmente sentimos, le restamos importancia o enmascaramos la emoción real con otra más tolerable (por ejemplo, las explosiones habituales de rabia suelen enmascarar estados de profunda tristeza).
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Sentir vergüenza por las propias emociones
Decirnos que exageramos y creer que somos débiles por sentir ciertas emociones desagradables es sentir vergüenza frente a la propia vulnerabilidad. Olvidamos que aceptar nuestra vulnerabilidad es un acto de autoconocimiento y toma de consciencia imprescindible para tomar decisiones en pro de nuestro bienestar emocional que además nos permite vincularnos de forma saludable con los demás.
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Comparar las propias emociones y funcionamiento con el de los demás
Forzarnos a sentir y actuar como lo hacen los otros sin tener en cuenta que es inútil y erróneo comparar personalidades y circunstancias distintas sólo acaba sumándonos malestar emocional.
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Obligarse a superar el malestar emocional rápidamente
Dado que no nos damos permiso para sentir lo que sentimos buscamos formas de “tramitar” rápidamente las emociones desagradables. Evadirnos a través de actividades que nos proporcionen distracción y placer momentáneo es una manera de fingir que ya “todo está bien”, que “está superado”. El problema es que cuando no nos hemos atrevido a revisar la raíz del problema el malestar seguirá saliendo a flote.
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Obligarse a ser fuerte
La autoexigencia y el mandato aprendido de ser “buenxs” nos obliga a hacer constantes sobreesfuerzos por cumplir las expectativas propias y ajenas desconectándonos hasta niveles inimaginables de nosotrxs mismxs y de nuestras verdaderas necesidades.
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No permitirse fallar
No reconocemos que está permitido equivocarse, que tenemos derecho a no dar siempre el 100%, que no está en nuestra mano no cumplir las expectativas de los otros, que es más importante vivir una vida feliz y tranquila que intentar incansablemente ser el/la mejor.
Todas estas formas de autoinvalidación emocional dan lugar a cuotas significativas de malestar emocional que pueden derivar en sintomatología ansiosa y/o depresiva. Para sentirnos en paz internamente es imprescindible aprender a escucharnos, validar y comunicar nuestras necesidades, aceptarnos a pesar de nuestros fallos y trabajar en mejorar aquello que no nos permite sentirnos satisfechxs con nuestra vida o con nosotrxs mismxs pero hacerlo desde la compasión y un diálogo interno positivo.
Si sientes que debes trabajar en fortalecer tu autoestima no dudes en consultarnos.
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