Vemos qué significa la palabra “humillación”. Es la acción de abatir el orgullo y la altivez de alguien, herir el amor propio o la dignidad de alguien, sentirse rebajado, rebajarse o rebajar a alguien descaradamente. Los sinónimos de esta palabra son: “sumisión”, “vergüenza”, “mortificación”, “vejación”, “degradación”. Esta herida comienza a manifestarse entre el primer y el tercer año de edad.
La persona con esta herida tendrá un padre o una madre que la han humillado durante su infancia. Surge en el momento en que se desarrollan las funciones del cuerpo físico, cuando el niño/a aprende a comer solo, a ir al baño solo, a hablar, a escuchar y a comprender lo que los adultos dicen.
El surgimiento de la herida de humillación ocurre en el momento en que el niño/a siente que uno de sus padres se avergüenza de él o ella o teme que se avergüence cuando está sucio/a, cuando ha hecho un estropicio (principalmente en público o en familia), cuando está mal vestido, etc.
“un niño/a que sale a jugar al jardín con la ropa limpia y después es regañado y castigado por sus padres delante de los invitados”
“un niño/a que se hace pipí en la cama cada noche y sus padres le castigan por hacerlo y le dicen que “es tonto”
Despertar de la herida
Entre el primer año de vida y los tres años, con el padre que reprimía toda clase de placer físico. Esta herida puede haberse vivido con uno de los padres, aquel que se ocupaba del desarrollo físico y sexual del niño, o con los dos. Niño que ha sido humillado por uno de sus progenitores por haber experimentado placer con sus sentidos. Su libertad fue coartada por una actitud represiva y despreciativa. Sintió vergüenza frente a ese padre.
Máscara: el masoquista
Su gran miedo: la libertad (miedo a la libertad, a sentir placer, al ocio)
Actitudes y comportamientos de la herida de humillación
- Tiene una bella alma de misionero, pero con frecuencia no la manifiesta por temor.
- Cree que Dios (o el guardián de la moral de la familia) le observa y le juzga sin descanso. Hace de todo por ser digno de Dios o de aquellos a los que ama. Cree que para ser espiritual y digno, debe aliviar el sufrimiento de la humanidad. Es por eso por lo que se cree con el deber de servir a todos a los que ama, a quienes pone por delante de sí mismo.
- Contiene mucho las palabras; ha aprendido que no tiene derecho a decir cosas que puedan perjudicar a otros. Incluso puede llegar a justificarlos.
- No quiere reconocer ni su sensualidad ni su amor por los placeres asociados a los sentidos.
- Rechaza los impulsos vinculados con los sentidos: tiene miedo de pasarse de la raya y sentir vergüenza.
- También teme ser castigado si disfruta demasiado de la vida.
- Suele tener historias relacionadas con la sexualidad en su infancia o adolescencia.
- Se las apaña para no estar libre ya que, para él/ella, «estar libre» significa «no tener límites y sentir demasiado placer».
- Limita de este modo su libertad anteponiendo las necesidades de los demás a las suyas, por lo que le falta tiempo para disfrutar de la vida. Cree que disfrutar de sus sentidos le aleja de la espiritualidad. Además, no quiere que le tachen de persona sin corazón.
- Conoce sus necesidades, pero nunca las escucha; cree que debe sacrificarse para ganarse el cielo.
- Se siente fácilmente sucio, cerdo o indigno. A veces, siente asco de sí mismo.
- Se recompensa a menudo con comida, creyendo que así disfruta, pero su culpabilidad y su vergüenza estropean ese disfrute.
- Engorda con facilidad para así tener una razón por la que no disfrutar con sus sentidos.
- Tiene el don de hacer reír a la gente burlándose de sí mismo, humillándose.
- Le atraen o solo se permite las cosas pequeñas, porque no ve la grandeza de su alma.
- Suele usar las siguientes palabras: digno, indigno, pequeño, gordo, estoy atrapado, cerdo, sucio, etc.
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Fragmento extraído del libro “La sanación de las cinco heridas” de Lise Bourbeau.