“No seas tan bruta que pareces un marimacho”, “Si no quieres que te miren, no te pongas escote”,
“Tú eres el hombre, tienes que lanzarte”, “Corres como una chica”,
“Si te hacen comentarios por la calle ,es por cómo vas vestida”, “¿De verdad vas a apuntarte a ballet, tío?”,
“Una mujer tiene que ser discreta”, “¡Venga tío! ¡No puede ser que tengas miedo!”.
¿Te suenan alguna de estas frases? Hombres y mujeres estamos acostumbrados a convivir con ciertas situaciones, comentarios y expectativas desde que somos pequeños. Para las mujeres, es frecuente que los hombres hagan comentarios sexuales o sobre su físico cuando van por la calle o están en algún lugar, que insistan en que tienen que tener cuidado cuando vuelven solas a casa por la noche y/o que digan cómo tiene que ser su cuerpo para ser consideradas guapas.
A los hombres les insisten para que sean y parezcan fuertes. No está bien visto mostrar sentimientos o ser sensible, hay que ser lanzado, tomar siempre la iniciativa, los chicos tienen que dominar las relaciones, no pueden mostrar debilidad.
Tan acostumbrada está la sociedad a estas situaciones que casi las vivimos con normalidad. Muchas veces esos comentarios o hechos pasan inadvertidos, se les quita importancia. Si nos quejamos, es fácil que escuchemos un “no es para tanto”, un “no exageres” o un “es normal”. Pero que sucedan mucho no significa que sean normales o que no podamos aspirar a cambiar las cosas.
Género
El primer paso para producir un cambio es nombrar lo que sucede. Este conjunto de ideas preconcebidas, de prejuicios y comportamientos diferenciados que hay en la sociedad es el machismo. Cada sociedad atribuye a cada sexo unos atributos, estereotipos y características generales:
- Si has nacido hombre se esperará de ti, por ejemplo, que no muestres tus sentimientos, que te comportes de forma dura y agresiva y que lleves las riendas de las relaciones.
- Si eres mujer se esperará, entre muchas otras cosas, que seas sensible, poco mañosa para las labores técnicas o para ciertos deportes, que te gusten los ninos y que estés preocupada por tu imagen.
“Las mujeres son sensibles e intuitivas, los hombres son
fuertes y racionales”. “Las mujeres son cariñosas y se
les da bien cuidar, los hombres son más duros y se les
da mejor la ciencia”.
Es lo que llamamos “género”. La Organización Mundial de la Salud define como “los conceptos sociales de las funciones, comportamientos, actividades y atributos que cada sociedad considera apropiados para los hombres y las mujeres. Las diferentes funciones y comportamientos pueden generar desigualdades de género, es decir, diferencias entre los hombres y las mujeres que favorecen sistemáticamente a uno de los dos grupos”.
Micromachismo
Para los comportamientos y gestos de machismo cotidiano, con los que convivimos diariamente, se ha acuñado el término: micromachismo. Su uso se ha extendido y está sirviendo para poner nombre a lo que viven las mujeres en su día a día y para señalar tópicos y estereotipos que son dañinos para todos.
El machismo y el micromachismo no son cosas diferentes. El término micromachismo se ha popularizado para referirse a los gestos de machismo cotidiano: pasan a menudo, todos los días, pero solemos justificarlos o despreciarlos e, incluso, ni siquiera nos damos cuenta de que están ahí.
A pesar de lo acostumbrados que estamos a estos micromachismos y de que se les intente quitar importancia, que existan es sólo un síntoma de hasta qué punto la sociedad tiene interiorizadas muchas ideas machistas. Cuando permitimos que este machismo diario exista estamos contribuyendo a crear una sociedad en la que es normal que a las mujeres se las trate de una manera diferente y condescendiente. Una sociedad en la que las mujeres son juzgadas por unos hechos y comportamientos y los hombres no.
Violencia machista
Para ver con claridad hasta qué punto son importantes los micromachismos podemos fijarnos en la pirámide de la violencia machista. Amnistía Internacional la dibuja como un iceberg:
- En la punta, la parte pequeña que se ve, está el asesinato de mujeres, la agresión física o la violación.
- Más abajo, en la parte más cercana a la superficie pero ya sumergida, están las humillaciones y desprecios, el chantaje emocional, o las culpabilizaciones.
- En la parte más profunda, está el control, la publicidad sexista, la invisibilización de las mujeres o los micromachismos de lo que hablamos.
Los icebergs son masas compactas de hielo. Solo una pequeña parte se ve pero esa punta es sostenida por una base enorme que no vemos a simple vista.
Con el machismo sucede algo muy parecido. Con frecuencia vemos que se producen asesinatos por violencia de género y que muchas mujeres son víctimas de maltrato o violencia sexual. Sin embargo, esos casos son sólo la punta del iceberg, la parte más visible. Para que existan necesitan ser sostenidos por una base grande y fuerte que, muchas veces, no se ve. Esa base es el machismo cotidiano, el desprecio a lo femenino y a todo lo que tiene que ver con las mujeres.
Si queremos acabar con ese iceberg que es el machismo no vale con señalar y trabajar solo esa punta llamativa que sobresale. Tenemos que atacar también la base.
Pasar a la acción
¿Qué es lo primero que podemos hacer para luchar contra esos micromachismos? Pues hablar de ello y aprender a identificarlos.
Hablar, contarlo, compartirlo… Parece sencillo, ¿verdad? Y, sin embargo, muchas veces hablar de lo cotidiano nos resulta muy complicado. Quizá te preguntes si eso que has visto o has vivido es importante de verdad, o si no será algo que sólo te ha pasado a ti. Quizá sientas vergüenza de contar en voz alta algo que te ha sucedido. Es normal: no es fácil explicar algo que te hizo sentir mal o algo que te hicieron y te intimidó.
Para muchas mujeres es muy difícil compartir algunas experiencias y es frecuente tener miedo a que no te comprendan o a que no vayan a tomarte en serio. Si eres chico quizá no estés seguro de si algunos de tus comportamientos son machistas o de si hacen daño o estés sorprendido porque muchas de estas cosas te salen solas o no las haces con mala intención. Quizá no te has parado a pensar si alguna de las cosas que llevas escuchando desde pequeño te están haciendo daño a ti también. O quizá sea bueno que escuches con calma a mujeres que tienes a tu alrededor para conocer las cosas que ellas viven y cómo les afectan.
Ese es parte del problema de los micromachismos: son tan cotidianos que parecen “lo normal” crean la sensación de que las cosas son así de forma natural y de que te quejas o criticas comportamientos que no pueden ser de otra manera.
Por eso es importante hablar, compartir, romper el silencio sobre el machismo cotidiano. Para visibilizar lo que nos pasa a las mujeres, para darle la importancia que tiene, para mostrar como influye en nuestras vidas, para reflexionar juntos, hombres y mujeres, sobre nuestro día a día, buscar otra forma de hacer las cosas y generar un cambio.
Para que sea más fácil identificar los micromachismos podemos dividir por áreas. Por ejemplo, fijarnos en lo que sucede en los medios de comunicación, en el cine y la televisión, en los espacios públicos o en las relaciones personales.
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