La capacidad de adaptación y la empatía son cualidades que nos facilitan la convivencia y la creación de relaciones saludables con nuestro entorno. No obstante, cuando nos convertimos en personas excesivamente complacientes el malestar empieza a invadirnos y se generan dinámicas poco saludables con las personas que nos rodean. Priorizar en todo momento las necesidades y emociones de los otros por encima de las propias responde a ciertos miedos y carencias personales que analizaremos a continuación.
¿Qué nos lleva a ser personas excesivamente complacientes?
Autoexigencia
Debido a creencias erróneas pensamos que nuestro deber es aquel (ceder, cuidar, aceptar…) y nos sobreesforzamos por “poder con todo”.
Evitación del conflicto
Para no incomodar al otro preferimos incomodarnos constantemente nosotros mismos, perpetuando así la situación no deseada. Detrás de la evitación del conflicto suele haber dificultades para comunicarnos de forma asertiva y dificultades de gestión emocional.
Dificultad para poner límites
Por falta de habilidades sociales, miedo a perder o culpa; aceptamos cosas que no nos resultan agradables o nos generan malestar.
Necesidad de validación externa
Reforzamos nuestra autoestima a partir de sentirnos útiles para los demás. Necesitamos la reafirmación del otro como sus salvadorxs para sentirnos bien o sentirnos amadxs.
Invalidación de las propias necesidades y emociones
La inseguridad y baja autoestima nos lleva frecuentemente a postergar nuestras necesidades y poner en duda nuestras propias emociones.
Culpa
La inseguridad y baja autoestima nos conduce también a sentirnos responsables de las emociones del otro y a desarrollar un miedo permanente a decepcionarle por no “haber estado a la altura”.
¿Cómo empezar a liberarnos del exceso de complacencia?
- Empezar a escuchar y validar nuestras necesidades y emociones.
- Identificar aquellas situaciones en las que estamos haciendo un sobreesfuerzo y queremos dejar de hacerlo.
- Reconocer nuestro derecho a no tener que hacer dicho sobreesfuerzo.
- Perder el miedo a la reacción del otro. Si me aprecia y respeta, después de la molestia inicial acabará aceptando mi cambio de actitud.
- Empezar a poner límites. Comunicar al otro de forma serena pero firme aquellas cosas que ya no puedo o no quiero hacer más y también aquellas actitudes suyas que me molestan o perjudican. Esto debe hacerse de forma progresiva y eligiendo los momentos adecuados para comunicarlo.
- Seguir profundizando en el propio autoconocimiento, identificando nuestras cualidades y validándolas.
- Potenciar los momentos de disfrute individual.
Si sientes que te resulta muy complicado poner límites a tu entorno y ello te genera cada vez un mayor malestar emocional, no dudes en consultarnos. Somos tu centro de psicología en Hospitalet de Llobregat.