El síndrome del intestino irritable es un trastorno digestivo funcional que se caracteriza por la presencia de dolor o malestar abdominal durante al menos 12 semanas en un año, con ciertas condiciones adicionales: alivio del dolor con la defecación, cambios en el ritmo del hábito de la defecación y cambios en la forma y apariencia de las heces. También se le conoce con otros nombres como colitis crónica catarral, disquinesia del colon, enterocolonopatía funcional, colon espástico y colon irritable.
Representa aproximadamente del 25% al 40% de las consultas médicas por dolor abdominal, siendo más común en mujeres, especialmente en adolescentes y adultas jóvenes. En alrededor del 31% al 60% de los casos, se asocia con estados depresivos y/o ansiosos. En el 45% de los pacientes, hay antecedentes de abuso sexual.
¿Cuál es la causa?
Aunque no se conoce su causa exacta, se han propuesto varias teorías para explicar este síndrome:
- Teoría de la sensibilidad visceral aumentada: sugiere que los pacientes con síndrome del intestino irritable tienen una hipersensibilidad visceral exagerada debido a una disfunción en los mecanismos neuroendocrinos que aumentan la sensibilidad a las sensaciones internas, lo que puede explicar el dolor abdominal presente.
- Teoría de la motilidad intestinal anormal: indica que ciertos estímulos físicos, psicológicos, estresantes, ambientales y dietéticos pueden provocar una respuesta motora incrementada en el intestino, lo que explica los cambios en la regularidad de las deposiciones, como diarrea o constipación.
- Teoría de los factores dietéticos: se ha encontrado que en algunos casos, hay intolerancia a ciertos carbohidratos, lo que puede provocar síntomas como hinchazón abdominal, distensión y dolor después de las comidas, así como diarrea. La intolerancia a la lactosa es un ejemplo común de esto. Además, ciertas frutas y verduras ricas en celulosa también pueden contribuir al desarrollo de los síntomas.
- Teoría de los factores psicosociales: se ha observado que los pacientes con síndrome del intestino irritable a menudo tienen altos niveles de estrés y alteraciones emocionales, como ansiedad, depresión y somatización. Esto puede llevar a una mayor percepción de gravedad de los síntomas, lo que a su vez lleva a consultas médicas frecuentes y abuso de medicamentos y procedimientos innecesarios.
- Teoría del “eje cerebro-intestino”: se ha reconocido una relación bidireccional entre el sistema nervioso central y el sistema nervioso entérico, que se conoce como el “eje cerebro-intestino”. La serotonina, un neurotransmisor clave, juega un papel importante en esta relación, y cualquier alteración en su funcionamiento puede afectar los patrones motores y sensoriales característicos del síndrome del intestino irritable. Los episodios depresivos y los trastornos de ansiedad también se han relacionado con cambios en los niveles de serotonina.
- Teoría infecciosa: esta teoría sugiere que ciertas alteraciones neuroinmunológicas y los síntomas intestinales crónicos pueden estar relacionados con infecciones en el tracto gastrointestinal.
En general, el síndrome del intestino irritable es un trastorno complejo y multifactorial. Aunque se han propuesto diversas teorías, todavía no se ha identificado una causa definitiva. El tratamiento suele centrarse en aliviar los síntomas y mejorar la calidad de vida del paciente.
La experiencia clínica demuestra que es una enfermedad crónica benigna de curso extremadamente variable. Tiende a aparecer y desaparecer a lo largo de la vida, raramente se cura. Aunque no es mortal, afecta significativamente la calidad de vida de los individuos, es por esto que amerita atención del médico clínico.
¿Qué tratamientos existen?
Atención del médico clínico
El primer paso en el manejo del síndrome del intestino irritable implica establecer una relación médico-paciente adecuada para identificar posibles factores psicosociales y dietéticos que puedan estar afectando al paciente. Es crucial que el médico brinde toda su atención al paciente, valide y tome en serio los síntomas reportados (evitando desestimarlos), y asegure al paciente que sus síntomas son reales. Además, el médico debe reducir las incertidumbres y temores del paciente, explicar la naturaleza crónica y recurrente de la enfermedad, y proporcionar esperanza de mejoría.
Realizar un examen físico detallado también es importante para descartar cualquier condición orgánica de riesgo. En algunos casos, pueden ser necesarios exámenes de laboratorio iniciales para descartar enfermedades orgánicas, metabólicas o infecciosas.
Dietista
El segundo pilar del tratamiento es la dieta. Para pacientes con predominio de constipación, se debe revisar su consumo de fibra dietética y asegurarse de que estén ingiriendo al menos 20 g de fibra al día, ya que esto acelerará el tránsito colónico. Sin embargo, es importante tener en cuenta que la fibra no mejorará el dolor abdominal. En casos en que predominen el dolor abdominal, la distensión y el meteorismo (con o sin diarrea), puede ser útil eliminar ciertos nutrientes que puedan aumentar estos síntomas, como la fibra, los carbohidratos complejos y las bebidas gaseosas, entre otros.
Farmacología
El tercer paso del tratamiento incluye el uso de medicamentos. Es relevante destacar que aproximadamente del 40% al 60% de los pacientes responden positivamente a placebos. Por lo tanto, se enfatiza la importancia de los dos primeros pasos en el manejo del síndrome. Los fármacos pueden recomendarse de manera intermitente, según los síntomas predominantes del paciente.
Psicología
Finalmente, el cuarto paso del tratamiento involucra el ejercicio y la psicoterapia. Dada la alta incidencia de antecedentes de abuso sexual en individuos con síndrome del intestino irritable, y la dificultad para tratar a estos pacientes, es necesario brindarles ayuda psicoterapéutica especializada. La prescripción de fármacos, incluidos antidepresivos, junto con estrategias psicoterapéuticas cognitivas o conductuales, ha demostrado ser efectiva para reducir los síntomas y prolongar períodos asintomáticos. La hipnosis también ha demostrado beneficios al facilitar la relajación y disminuir la ansiedad e irritabilidad del paciente, lo que aumenta la colaboración del paciente con las indicaciones médicas. Los resultados de la psicoterapia han mostrado una disminución significativa en la sintomatología asociada al síndrome del intestino irritable:
- estrés emocional 82%
- ansiedad 67%
- angustia 71%
- estado depresivo 64%
- dolor abdominal 87%
- dolor muscular y lumbar 75%
- necesidad dietaria 58%
- aceptación de la patología 85%
- cumplimiento de indicaciones 63%
- necesidad de reposo e incapacidad laboral 48%
- mejora en la autoestima 65%
- descanso nocturno 78%
- sensación de agotamiento 67%
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