En muchas ocasiones, en nuestra práctica clínica, debemos trabajar con la emoción del odio o la rabia. Y tratar con estas emociones implica también ocuparse del perdón. Normalmente sentimos que no podemos perdonar situaciones injustas o humillantes, sintiendo que debemos hacer pagar a la persona que nos ha ocasionado el dolor el mismo mal. No obstante, intentar vengarse no provoca que lo vivido desaparezca y nuestro estado emocional finalmente no cambia, pues aquellas cosas que hemos vivido no desaparecen. Aferrarse al malestar nos ocasiona revivir una y otra vez aquellas situaciones desagradables, lo que provoca que el odio, el dolor y el sufrimiento aumenten. Perdonar no significa olvidar lo ocurrido, sino aceptarlo y dejarlo ir, permitir que la emoción negativa se desvanezca.
¿Cómo podemos conseguir perdonar? Os proponemos los pasos de la Ley del Espejo de Yoshinori Noguchi.
Primero: lo que no puedo perdonar
Primero escribiremos todo aquello que no podemos perdonarle a una persona en concreto. Pueden ser situaciones concretas, palabras, actos de la otra persona que se repetían, aquello que nunca pasaba pero sí queríamos que pasara… También es el momento de expresar cómo nos sentíamos en aquellos momentos, qué pensábamos entonces y qué pensamos ahora. Podemos incluso insultar a esa persona, ponerle etiquetas… Todo lo que necesitemos exteriorizar es el momento de escribirlo. Cuando ya no quede nada más en nuestro interior, cogeremos el escrito, lo romperemos y lo tiraremos.
Segundo: buscar los motivos
Debemos imaginar y escribir los motivos que llevaron a esa persona a actuar tal y como lo hizo. Normalmente las personas actuamos para conseguir algo o para evitar el malestar. Debemos pensar también en la situación vivida por aquella persona que la llevara a actuar de esa manera. Aquí también deberíamos valorar los actos no tanto como equivocados, sino intentando entender la inmadurez, la poca destreza y la debilidad de esa persona. Recordar: las personas constantemente cometemos errores (¡es uno de nuestros derechos asertivos!).
Tercero: qué puedo agradecer
Este paso es vital y difícil. Quizá el primer pensamiento que nos viene a la cabeza es: nada. Pero debemos esforzarnos por buscar situaciones, aunque ínfimas, que sí fueron agradables.
Cuarto: la fuerza de las palabras
Debemos decirnos en voz alta: “para la propia felicidad, calma y libertad, perdono a…”. Inicialmente no nos vamos a creer nuestras propias palabras, seguiremos sintiendo que no podemos perdonar. Pero a medida que nos lo vayamos diciendo, una y otra vez, cada día, el perdón estará más cerca.
Quinto: de qué me puedo disculpar
En una relación, las dos partes siempre aportan para que un conflicto de mantenga. No negamos que una parte pueda tener más responsabilidad, pero siempre es bueno hacer autocrítica.
Sexto: qué he aprendido
Ahora toca escribir todo aquello que hemos aprendido gracias a la relación con aquella persona. Podemos también pensar en cómo hubiera ido mejor que me tratara la otra persona o cómo podríamos habernos tratado para conseguir haber estado los dos más felices.
Séptimo: declaración de intenciones
Sólo debo decir en voz alta: “perdono a…”. Seguramente en un primer momento seguiremos con la sensación que no podemos perdonar a aquella persona. Entonces, deberemos repetir los pasos del primero al cuarto, hasta que la sensación interna cambie y podamos finalmente decir “perdono a…”.
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