En la vida adulta es común arrastrar heridas emocionales del pasado. La mayoría de ellas se gestaron en nuestra infancia a partir de la interacción con nuestras figuras de apego, aunque en ocasiones también a raíz de experiencias con otras figuras cercanas que tuvieron un impacto significativo en nuestro desarrollo. Ser conscientes de dichas heridas y de cómo nos hacen más susceptibles a determinadas respuestas y comportamientos de los demás, nos permitirá comprendernos y gestionar mejor nuestras emociones.

Las cinco heridas emocionales más comunes son:

Abandono

Rechazo

Traición

Humillación

Injusticia

A continuación analizaremos cada una de ellas. Qué las provoca y cómo afectan nuestro bienestar emocional en la vida adulta.

Herida por Abandono

Las figuras de apego se mostraron ambivalentes en sus cuidados y muestras de afecto o hubo conductas negligentes que hicieron que el niño/a experimentara sensaciones de miedo e inseguridad. El niño/a desarrolla un gran miedo a la soledad. En la vida adulta busca desesperadamente no sentirse solo/a, desarrollando dependencia de su entorno (familia, amigos, pareja). En el intento por buscar compañía y seguridad puede mostrar una demanda exagerada de atención a través del dramatismo. También puede desarrollar el papel de “salvador/a” para asegurarse sentirse importante y valioso/a para los demás. No obstante, en el otro extremo encontramos también a personas con herida del abandono que se muestran frías y evitan vincularse demasiado para no resultar heridas.

Herida por Rechazo

En la infancia las figuras de apego no supieron escucharle, motivarle y hacerlo/a sentir valorado/a. De esta manera, en la adultez esa persona convivirá con el pensamiento de no ser suficiente para ser digna de ser amada. Estas personas suelen mostrar dificultades para aceptar las críticas, se esfuerzan de forma desmedida por conseguir la aprobación y validación de los demás. No obstante, aunque consigan sus propósitos no suelen reconocer sus propios méritos ya que su baja autoestima les hace dudar constantemente de su valía.

Herida por Traición

La figuras de apego no fueron consistentes con sus promesas, el niño/a fue engañado/a o manipulado/a generando en él/ella confusión, desconfianza, inseguridad y rabia. En la vida adulta la persona herida por traición suele mostrar conductas de control en el intento por evitar resultar engañada o traicionada. Son personas que suelen tener muchas dificultades para profundizar en las relaciones sociales, ya que la desconfianza no les permite abrirse a los demás y las somete a un estado de alerta y defensa permanente.

Herida por Humillación

En la infancia se recibieron numerosos mensajes negativos, críticas no constructivas e incluso verbalizaciones ofensivas. En la vida adulta la persona suele sentirse incapaz e inútil. La inseguridad puede ser tan grande que puede llegar a imposibilitar que la persona despliegue sus verdaderas capacidades, simplemente porque no se atreve a ponerse a prueba. Asimismo, la baja autoestima la conducirá a aceptar nuevas humillaciones o malos tratos y a mostrarse excesivamente complaciente sin capacidad para poner límites, puesto que considera que merece el mal trato que recibe.

Herida por Injusticia

Las figuras de apego se mostraron autoritarias e intransigentes, poco afectivas y altamente exigentes. El adulto con herida por injusticia suelen repetir el modelo intolerante con el que fue educado. De esta manera, suele mostrar una rigidez mental que le dificulta entender y aceptar otros puntos de vista y empatizar con los demás. Persigue la perfección y es exigente con los otros y sobre todo consigo mismo aunque difícilmente consigue sentirse satisfecho. Vive desconectado de su parte emocional, ya que pone el foco en la imagen que proyecta y en los resultados que obtiene.

¿Cómo sanar estas heridas emocionales?

Lo primero será identificarlas y luego deberemos aceptarlas. Aceptar implica transitar el dolor que supone reconocer de dónde provienen y admitir como han ido interfiriendo en nuestra manera de comportarnos y de relacionarnos con los demás. A partir de allí, cada persona deberá hacer un trabajo personal para hacer los cambios necesarios para liberarse de los condicionamientos del pasado (perdonar, aceptar, fortalecer la autoestima, mejorar las habilidades sociales y comunicativas, reducir la autoexigencia, etc.). En algunos casos bastará con un proceso de introspección que nos hará conscientes de aquello que necesitamos modificar. No obstante, habrán casos donde no bastará con nuestros recursos personales y deberemos solicitar ayuda profesional para ser capaces de profundizar en la raíz de nuestro malestar emocional.

 

Si te sientes identificado/a con alguna de estas heridas emocionales y crees que necesitas un acompañamiento especializado para liberarte de ellas, no dudes en consultarnos.

 

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